La reflexión de Miguel Ángel Arcique Calderón aborda la complejidad inherente a los procesos de corrección dentro de ámbitos tanto personales como profesionales. Inspirado inicialmente en una cita de José Ortega y Gasset, Calderón subraya la importancia de equilibrar la moral y el amor para rectificar los errores instintivos y morales del ser humano. Plantea que corregir no solo requiere un profundo conocimiento de las normas y las consecuencias de su incumplimiento, sino también la sensibilidad para entender el impacto humano detrás del acto de corregir. Analiza cómo las normas evolucionan y la necesidad de que las instituciones se mantengan al tanto de estos cambios, promoviendo una cultura de justicia y evolución humana.
Calderón critica las prácticas arcaicas de corrección que no consideran el desarrollo humano y cuestiona la eficacia de métodos autoritarios de gestión, ejemplificado mediante la descripción de un incidente en el sector de seguros, donde la expulsión de un miembro de una asociación se manejó de manera unilateral y sin la adecuada comunicación. Argumenta que en la gestión de conflictos o faltas, debería prevalecer el diálogo, la oportunidad de defensa y la búsqueda de soluciones conciliadoras que permitan el crecimiento y la corrección por parte del individuo involucrado.
En su artículo, Calderón brinda consejos prácticos sobre cómo abordar la corrección de colaboradores o personas en general, enfatizando la importancia de la comunicación, el respeto por la dignidad y reputación de los otros, y la necesidad de ofrecer oportunidades para enmendar errores. Concluye con una reflexión sobre la imperfección inherente al ser humano y la importancia de la empatía y comprensión en los procesos de corrección, invocando la famosa frase bíblica sobre el juicio y la autocrítica. Su mensaje subraya la necesidad de un liderazgo compasivo e inclusivo que promueva una cultura de mejora continua y respeto mutuo.